Tiffany, con su culazo de infarto, era el centro de atención en cualquier lugar donde se presentara. Su figura curvilínea y su piel bronceada hacían que todos los hombres se volvieran locos de deseo. Cada movimiento que hacía, cada paso que daba, era una invitación a la fantasía. Su sonrisa pícara y sus ojos seductores completaban el cuadro, haciendo que los corazones latieran con fuerza.
En una noche de fiesta, Tiffany se movía al ritmo de la música, sus caderas balanceándose con una sensualidad natural. Su vestido ajustado resaltaba cada curva, y su culazo, especialmente, atraía todas las miradas. Los hombres a su alrededor no podían evitar imaginarse lo que se escondía debajo de esa tela, sus mentes llenas de pensamientos eróticos.
Tiffany disfrutaba de la atención, sabiendo el efecto que causaba. Se giraba lentamente, mostrando su perfil perfecto, y se inclinaba ligeramente, dejando que su cabello cayera sobre su rostro de una manera que enloquecía a todos. Cada gesto, cada mirada, era una promesa de placer, y ella lo sabía. Su presencia era un imán para el deseo, y Tiffany se deleitaba en el poder que ejercía sobre los hombres, sabiendo que su culazo de infarto era su arma más poderosa.
